Hace tres horas empecé a leer ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? de Jeanette Winterson. Lo terminé hace una hora y me escondí debajo de la manta amarilla del sofá. Todavía me cuesta respirar.
Confieso que no había leído ninguna obra de Winterson y que esta obra, la más reciente, una autobiografía cuya primera edición Lumen publicó hace poco menos de un año y que ya va por la tercera, me va a obligar a empezar a buscarla por las bibliotecas.
Cada lectorx se agarra a sus obsesiones en cada libro. Es la narración de la búsqueda de una pérdida, la 'pérdida perdida'. Es la búsqueda de una madre, la adoptiva; y la búsqueda de otra madre, la biológica. Pero a mí el tema de la madre me da más igual. Ni siquiera su feminismo ni su lesbianismo. Me quedo con su locura. Me quedo con los libros. Cada una de sus páginas es una carta de amor a los libros. I have my books and my poetry to protect me, como cantan Simon and Garfunkel.
En su casa había seis libros. Uno era la Biblia y otros dos eran comentarios de la Biblia. Tenía prohibida la ficción y leía en la biblioteca Literatura inglesa en prosa de la A a la Z. "Gracias a Dios que su apellido era Austen", dice. Compraba libros a escondidas y los escondía bajo el colchón ("Quien tenga una cama individual, tamaño estándar, y una colección de novelas de bolsillo, tamaño estándar, sabrá que se pueden acomodar setenta y dos libros por capa debajo del colchón"). Su madre descubrió los libros y los quemó en el patio: "Los había forrado todos con papel de plástico porque eran preciosos. Ahora ya no estaban". Entonces empezó a memorizar. Porque nadie podría quemarle los libros que llevara dentro.
Sus páginas también son un reflejo maravilloso de la intersección entre género y clase. Lo que significa ser una mujer de izquierdas. Lo que significa ser una mujer de clase obrera. Lo que significa ser una mujer de izquierdas y de clase obrera que en 1979 votó por Margaret Thatcher porque no entendió nada. Porque no se dio cuenta. Porque no imaginó.
Su madre (a quien llama la señora Winterson) colaboró el exorcismo que le practicaron la primera vez que la descubrió con una mujer. Con dieciséis años se marchó de casa cuando tuvo que elegir entre su novia y el techo. Desde entonces vivió en un Mini mientras trabajaba en un mercado tres días a la semana, iba al instituto y se encerraba en la biblioteca o en la parte trasera del coche con una linterna a leer literatura inglesa en prosa de la A a la Z. Tras recoger sus cosas, pues había elegido su vida antes que su techo y que la señora Winterson, se despidió de ella:
-Jenaette, ¿puedes decirme por qué?
-Por qué, ¿qué?
-Sabes muy bien el qué.
Pero no sé el qué..., lo que soy..., por qué no le gusto. Lo que ella quiere. Por qué no soy lo que ella quiere. Lo que quiero o por qué. Pero hay algo que sí sé:
-Cuando estoy con ella soy feliz. Feliz, sin más.
Asintió. Parecía que comprendía y pensé, de verdad, por un instante, que iba a cambiar de opinión, que hablaríamos, que estaríamos al mismo lado del muro de cristal. Esperé. Al final me soltó:
-¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?
Preciosa Historia, con mayúscula.
¿Será el amor por la lectura lo mismo que el amor por la libertad?
¡Comparto!
Gracias por el comentario y por la difusión :D
Acabo de comprarlo. Acabo de leerlo. AU.