cuatro pensamientos zurdos


Veo Boyhood (Richard Linklater, 2014) y me encanta. Es fácil que me enganche una película que combina a Britney Spears, a Blink182, a Yo La Tengo y a Pink Floyd en la banda sonora. Bildungsroman. Construcción de la masculinidad desde la niñez hasta los dieciocho años con todos los castigos que supone cualquier subversión.

Estoy haciendo un curso estupendo sobre poesía moderna y contemporánea estadounidense y me encuentro analizando la obra protomoderna de Emily Dickinson sin rozar la variable sexualidad. Algunxs compañerxs hablan de su relación con su cuñada Susan Gilbert, pero el debate siempre es interrumpido por el mismo "no se puede comprobar que su relación fuera física". Y se me olvida que para presumir heterosexualidad nadie requiere pruebas.

Pienso en concederse los deseos y pienso en (re)construir nuestros deseos. Pienso que llevamos siglos avergonzándonos de nuestro deseo y en que precisamente es esa vergüenza una herramienta de control sobre éste. Pienso en concederse un deseo violento, un deseo normativo. También pienso en modificar y reconstruir nuestro deseo. Pienso que el deseo es una ficción generada en un sistema que reproduce deseos racistas, gordófobos y capacitistas y que concedérselo sin tratar de superarlo es una victoria para el sistema. Pienso estas dos cosas a la vez y me explota la cabeza.

Leo este artículo terrible en Mirales: "tenemos ejemplos como el recibimiento de la Casa Real en julio, la aprobación del matrimonio o la presencia del embajador estadounidense a favor de la normalización". Me entero en él de que El Corte Inglés tiene una sección de su agencia de viajes destinada al público LGTB. Y se supone que eso es positivo. El Corte Inglés. Este Corte Inglés. Y éste. Ejemplo de falta de interseccionalidad (¿LGTB+? No, gays blancos con papeles de clase alta), como pinkwashing (instrumentalización del colectivo LGTB+ y de sus movimientos sociales para justificar prácticas neoliberales, colonialistas... prácticas por definición excluyentes), como homonormatividad (acceso de ciertas personas LGTB+ al privilegio heterosexual -mentira, nunca lo alcanzarán- acatando ciertas normas de la sociedad cisheteronormativa y reproduciendo sus exclusiones inherentes). Todo junto en el propio título del artículo: normalización gay.


temporalidades locas

Sustenido (Dalila Gonçalves, 2014)

En 2005, Judith Jack Halberstam publica In a Queer Time and Place: Transgender Bodies, Subcultural Lives. La obra proclama la existencia de un tiempo específicamente cuir, de un espacio específicamente cuir. En su introducción, habla de las queer temporalities. La temporalidad cuir emerge en los años ochenta junto con el sida, cuando la amenaza constante de la inexistencia de un futuro enfatiza el aquí y el ahora; así, se generan comunidades que giran en torno a las ideas de riesgo, infección, muerte, en lugar del convencional énfasis en la longevidad y en las proyecciones a futuro.

Las temporalidades cuir también se acercan a las posibilidades de una vida donde se improvisen los conceptos de familias, herencias, crianzas: "Las subculturas cuir producen temporalidades alternativas al permitir a sus integrantes creer en unos futuros que pueden ser imaginados de acuerdo a unas lógicas ajenas a los marcadores paradigmáticos de la experiencia vital: nacimiento, matrimonio, reproducción, muerte".

Halberstam se acerca al trabajo de David Harvey, La condición de la posmodernidad (1989), que trata el carácter construido del tiempo y a su relación con las exigencias productivistas del capitalismo, que no hace más que naturalizarlo. Sin embargo, critica cómo Harvey obvia cómo existe cierta normatividad en la construcción del tiempo y cómo se sexualiza y racializa.

Se ha seguido escribiendo sobre temporalidades cuir en el contexto académico estadounidense: Time Binds: Queer Temporalities, Queer Stories (Elizabeth Freeman, 2010) o el número especial Queer Temporalities de la revista GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies. 

Hablaba con L. hace un par de semanas sobre las posibilidades de pensar, igual que hizo Halberstam con la variable cuir, unas temporalidades locas. Si el tiempo es un concepto construido, cuya comprensión varía según la cultura en la que hayamos crecido, que se desarrolla de acuerdo a cierta normatividad de la que surgen grietas en función de equis variables (raza, condición migrante, género, clase social...), también tiene sentido pensar en cómo varía la concepción del tiempo en los márgenes de la salud mental.

L. y yo habíamos hablado ya de la muerte, y de cómo esa negación de la mortalidad como negación de la vulnerabilidad propia de la sociedad occidental contemporánea, tal y como la definía Coll-Planas, no se ajustaba a la visión que teníamos desde los márgenes de la salud mental. Si no nos centráramos en la idea de finitud o de mortalidad, sino en una imagen más amplia de la idea de tiempo, también podríamos pensar un tiempo diferente (no necesariamente más bonito o subversivo, simplemente diferente al concepto hegemónico).

Podríamos pensar en la ansiedad, en cómo las personas acostumbradas a lidiar con ella, con los bucles obsesivos y con los ataques de pánico en su día a día tienen facilidad para manejar el concepto de insoportabilidad, la idea de sentir que te mueres al mismo tiempo que sabes que no te mueres, tener integrada la compatibilidad entre mortalidad inminente (finitud) y eternidad en la emoción (infinitud). Podríamos pensar en la depresión y en el tiempo circular, en el tiempo en blanco, en el tiempo vacío de tiempo. Podríamos pensar en el insomnio y en los ciclos diurnos-nocturnos. Podríamos pensar en la proyección a futuro cuando tienes integrada la posibilidad de una fractura mañana, en un mes, en un año. Podríamos pensar en la linealidad del ciclo vital cuando tienes diferentes fechas de cumpleaños. Temporalidades locas. Con sus grietas cuir, sus grietas racializadas, sus grietas sexualizadas, sus grietas de clase, sus grietas migrantes.


Más prevención de la violación

Julianne Ross publica en Identities un listado de recomendaciones para que los hombres también colaboren en la prevención de las violaciones, a imagen y semejanza de las que se les hacen a las mujeres (como las que siguen publicadas en la web del ministerio del interior). Traduzco:

1. No salgas a la calle cuando haya anochecido
Por la seguridad de las mujeres, los hombres adultos responsables deberían respetar un toque de queda razonable.

2. Si tienes que salir, tápate los ojos
Ya que las mujeres, desde Eva, están aquí para tentar a los hombres con sus minifaldas y sus tacones altos, es importante que no las mires nunca directamente. Si es inevitable ver a alguna mujer, oscurece tu visión con simples pero efectivos instrumentos como anteojeras para caballos o gafas mal graduadas.

3. Estate siempre atento a tu entorno
Si ves una mujer sola, huye.

4. Usa calzado práctico
Facilitará tu huida.

5. No bebas alcohol
En un estudio sobre violaciones y consumo de alcohol, la titular de psicología Antonia Abbey, de la Universidad de Wayne, señaló que el 62% de los violadores sentían que lo habían hecho movidos por el alcohol. Entonces, los hombres deberían mantenerse sobrios todo el tiempo. Por si acaso.

6. Considera la adquisición de un cinturón de castidad
¿Por qué las mujeres tienen que llevarse toda la diversión en cuanto a los productos anti-violación, siempre tan intrusivos e inoperativos? Ocultar tu miembro en calzoncillos metálicos antes de salir es un camino seguro para evitar que viole accidentalmente.

7. Lleva siempre gas lacrimógeno
Si te encuentras con la tentación de violar a alguien, rocíate la cara. El dolor intenso aliviará tu excitación y, además, la ceguera temporal te ayudará a huir antes de que la ropa de alguna mujer te vuelva a tentar.

8. Sé sincero con tu cita
¡Tener citas es muy duro! Sobre todo cuando las violaciones en las citas son casos tan comprensibles de señales confusas y malentendidos. Evita un momento incómodo siendo claro con tus intenciones.

¿Así ya suena más ridículo?