Itziar Ziga el 28J

También en algunas redes queer se nos ha acusado de ser violentas porque hablamos alto y de insistir en nuestro lesbianismo. Parece que en según que sectores de lucha no binaria, que juegan a la desfachatez política e insultan la inteligencia de Judith Butler o Beto Preciado al invisibilizar la dominación machista, molesta nuestra identidad bollera. Ese: a mí no me gustan las etiquetas. Como si fuéramos globos de helio. Vamos, no me jodas. Artista puede ser una etiqueta, punk puede ser una etiqueta, rubia puede ser una etiqueta, borracha puede ser una etiqueta. Bollera es una enunciación vital históricamente masacrada y oprimida desde la que muchas mujeres tenemos una posibilidad de existir sin autoboikotearnos ni doblegarnos.

En este sentido, cada vez necesito más por la vena el discurso lesbianista de las MDMA. “Cuando hablamos como bolleras radicales (asumiendo que somos multiidentitarias), nuestro único intento es poder utilizar nuestra práctica política como un instrumento importante contra el heteropatriarcado… Uno más entre las millones de estrategias antipatriarcales adoptadas desde la individualidad o desde la colectividad, y que no es mejor ni peor que el resto. Pero que sí ha sido invisibilizado por el esencialismo feminista, el movimiento LGTB y su capital rosa y esperemos que no por el movimiento trans.” Hablamos de identidades estratégicas y sobre todo, de no tener que justificarnos políticamente porque otros nunca han tenido que hacerlo.

Las feministas ya hemos comprendido con el tiempo que jerarquizar luchas no sólo prioriza a menudo a quienes más legitimidad social tienen, sino que además no nos lleva a ningún lado. No podemos ser tan estúpidas de actuar como si maricas y bolleras ya hubiéramos alcanzado una posibilidad de existir sin marcha atrás y ahora llega la hora de las y los trans. Además, no puedo con esos irritantes antagonismos victimarios en plan “yo estoy peor que tú, yo sufro más discriminación. La historia no es una línea ascendente y la palabra progreso miente. Hay que seguir identificando y combatiendo las nuevas (y no tan nuevas) estrategias de la lesbofobia y de la homofobia. Sin olvidar nunca, además, que todos los odios hegemónicos entorno al género se sustentan en la misoginia o en la fobia a lo femenino. (Igual que todos los odios hegemónicos entorno a la raza se blanden desde el supremacismo blanco).

Seguir aprendiendo a defendernos unas a otras. A generar espacios de seguridad y gozo colectivos. A minimizar el inmenso daño que recibimos cuando respondemos a su violencia. A no cuestionarnos unas a otras y empatizar políticamente. A no reprocharnos a nosotras mismas las alianzas que elegimos y tampoco las que no elegimos. A pedirle aliento y protección divinas a Sylvia Rivera, aquella travesti puta portorriqueña yonky sintecho guerrera y activista siempre que lanzó un tacón contra la policía el 28 de junio de 1969 en la puerta del bar Stonewall en Nueva York. Y a celebrarnos cada día no sólo por resistir y plantar cara al enemigo heterodominador, sino también por disfrutar cada minuto de estas vidas que son más nuestras porque nos las hemos ganado a pulso.



28J

La madrugada del 28 de junio de 1969, tras el entierro de Judy Garland, el bar gay Stonewall Inn (Nueva York) sufrió una redada policial, como tantas otras veces. Sin embargo, esta vez ocurrió algo distinto: se rebelaron. Los vecinos LGTB+ del mismo barrio de Greenwich, se les sumaron. A la policía rápidamente se le fue de las manos. La siguiente tarde continuaron las protestas, así como varias noches después. Fueron pocas semanas lo que tardaron en cohesionarse, salvando fronteras de raza, género, clase y edad (bueno, eso dicen, a mí me suena a mitificación, qué le vamos a hacer). Se fundaron las dos primeras asociaciones LGTB+ de Nueva York, se fundaron tres periódicos y se siguió luchando por que la visibilidad no fuera objeto de redada. El 28 de junio de 1970, Nueva York y Los Ángeles celebraron una marcha de conmemoración. Y hasta hoy.

El Stonewall Inn no era un bar heteronormalizado, lleno de gays sin pluma y lesbianas en punta de aguja. Era un antro de maricas afeminados, mujeres transexuales, drag queens, prostitutos y sintecho. Las mismas maricas, las mismas trans y las mismas bollos leñadoras que abrieron la primera manifestación del Orgullo en Barcelona en 1977, escoltadxs y agredidxs por la Policía. Las mismas maricas, las mismas trans y las mismas bollos leñadoras que no podían permitirse el armario para sobrevivir y que se pegaron con la policía sobre sus tacones de aguja, con sus plumas y con el culo al aire el 28 de junio de hace más de 40 años.

Las mismas maricas, las mismas trans y las mismas bollos leñadores que todos los años tienen que escuchar los tan manidos "yo no voy al orgullo porque está lleno de pluma y no me representa". Las mismas maricas, las mismas trans y las mismas bollos leñadores que son acusados de ostentación y esperpento.

Como publica hoy dosmanzanas, "el discurso de la normalidad es el discurso de la homofobia". Y como portaban en carteles algunxs en la manifestación del Orgullo Indigando del pasado sábado: "normal es un programa de mi lavadora".

Feliz 28J.


De violaciones

Que parece que voy a abrir una sección sobre las columnas de los domingos de Marías, pero no.

Tan sólo que acabo de leer El País Semanal de ayer y ha caído La historia doblemente increíble, sobre el caso Dominique Strauss-Kahn. Para que os hagáis una idea, el destacado es la siguiente frase: "No se puede sujetar a una persona y atinar, al mismo tiempo, a introducirle el miembro en la boca". Tal comentario viene acompañado de perlas similares: "Sin un arma para amenazar, o sin unos golpes previos para amedrentar (y nada de esto se ha mencionado), tal situación es imposible"; "Igual de difícil o más es -otro de los cargos barajados por la prensa- forzar a alguien analmente si el forzador no porta un arma -insisto- o no ha intimidado antes a la víctima con violencia"; "Se puede gritar y se puede salir corriendo, lo cual logró hacer la mujer finalmente, pero al parecer sólo después de la doble humillación de que fue objeto. La verdad es que nada casa".

En fin. Parece que hay que seguir insistiendo en que "no significa no"; en que el consentimiento debe darse durante toda la relación y no sólo al principio; en que éste significa decir que sí y no sólo no decir que no; en que una violación no exige que lx agredidx (más que generalmente la agredida) tenga lesiones que demuestren que se resistió violentamente; en que si no hubo resistencia desaforada no significa que en el fondo lo deseara...

En que, definitivamente, Javier Marías es un sexista impresentable. En que el mundo está lleno de ellxs.


Orientalismo gay

En 2008, la pequeña editorial Raw Nerve Books lanzó la obra Out of Place: Silencing Voices on Queerness/Raciality, editada por Adi Kuntsman y por Esperanza Miyake. El volumen, una colección de ensayos, fue bien recibido y, en poco menos de un año, se agotó la primera tirada. Sin embargo, Raw Nerve, autodesignada feminista e independiente, no quiso reeditar la obra, dada la polémica suscitada por su contenido. ¿Qué polémica?

La obra citada trataba de denunciar la invisibilidad a la que había sido sometida la variable racial en los estudios queer. El ensayo que más controversia levantó fue el firmado por Jin Haritaworn, Tamsila Tauqir y Esra Erdem: “Gay Imperialism: Gender and Sexuality Discourse in the ‘War on Terror’” (pdf) . El capítulo analiza la manera en la que la conceptualización del sexismo y la homofobia han contribuido a generar una autoconcepción determinada de las democracias occidentales y, al mismo tiempo, un discurso racista e islamófobo de liberación de sociedades musulmanas.

La reciente visibilidad de musulmanes queer en diferentes medios de comunicación debe ser observada con cautela: «el interés en gays y lesbianas musulmanes ha emergido en un contexto de violencia islamófoba. Esto suscita que nos cuestionemos qué historias circulan y cómo responden o refuerzan el racismo. También es cuestionable qué interés pueden tener otros actores en estas nuevas políticas de la representación de queer de color, principalmente los gays, lesbianas, feministas y queer blancos» (71).

Así, concluyen que la difusión de una visión monolítica del islam como discurso que oprime a las mujeres y que fomenta la violencia contra los y las homosexuales ha contribuido a la legitimación de las guerras en Iraq y Afganistán, así como la conocida como guerra contra el terror, en todas sus manifestaciones.

El ensayo analiza el discurso de, entre otros, el activista por los derechos humanos y LGTB Peter Tatchell y del grupo de acción directa OutRage! cofundado por él en 1990. El propio Tatchell criticó duramente la obra y exigió una disculpa pública. De hecho, la editorial, además de no reeditar la obra, accedió a emitir un comunicado que, presente en la página Web desde agosto de 2009, se retracta y disculpa por «inciertas alegaciones publicadas en el libro». La corrección se centra en asegurar que Tatchell nunca ha hecho declaraciones racistas o islamófobas de forma directa. Sin embargo, como apuntan los autores del ensayo, no se trata, generalmente, de declaraciones directas de lo que ellos hablan.

En la misma colección figura otro ensayo: “Homonationalism and Biopolitics”, de Jasbir Puar, que resume la obra que ésta publica en 2007: Terrorist Assemblages: Homonatioalism in Queer Times. En ella, Puar argumenta cómo las configuraciones de sexualidad, raza, género, clase y etnia se están realineando con las fuerzas contemporáneas de seguridad, lucha contra el terrorismo y nacionalismo. Su análisis parte de la mayor inclusión de cuerpos no heteronormativos en el estado-nación a través de políticas liberales de reconocimiento legal y representación en medios de comunicación de masas, pasando de ser objetos de muerte (VIH) a sujetos de producción de vida (matrimonio).

Sin embargo, Puar considera que esto sólo funciona si, al mismo tiempo, se produce de forma efectiva una población de terroristas orientalizados. La ideología heteronormativa del Estado estadounidense se ve acompañado, ahora, de una ideología homonormativa que combina la organización de movimientos queer transnacionales con una creciente islamofobia.

Estos ensayos, así como la situación que denuncian y la polémica que suscitan, son claramente representativos de las diferentes posturas que giran en torno a lo que he podemos llamar el orientalismo gay.

Por un lado, parte de la literatura académica, con raíces claras en la teoría poscolonial y en estudios queer racializados, critican lo que se ha denominado imperialismo gay u homonacionalismo. Esto es, categorías identitarias como homosexual, heterosexual, bisexual… fueron fabricadas, inventadas, en Europa durante el siglo XIX. Desde entonces, dicha compartimentación de la sexualidad ha tratado de trasladarse a todo tipo de contextos socioculturales, ignorando las particularidades que caracterizan a la subjetividad según ha sido producida en diferentes ambientes. Así, ha tratado de imponerse un determinado activismo por los derechos de las sexualidades no normativas en lugar de permitir que cada comunidad construya sus propios discursos emancipatorios.

Por otro lado, otra corriente de la teoría gay y lesbiana considera que estos argumentos tienden a un relativismo cultural que justifica la discriminación, que es real e inmediata, y que es necesario combatir. En el caso de que no avancen los movimientos activistas en dichos países o culturas, se les debe ayudar y liderar desde fuera.


Esposas y madres


He visto ya a dos personas distribuyendo esta imagen, en respuesta a las agresiones de los antidisturbios en Barcelona y en Valencia. Me entran ganas de vomitar. Y no, todavía no tengo fuerzas para escribir esa entrada sobre el 15-M que tengo pendiente desde hace ya casi un mes.


¡Encima!

Mi amigo Aziz, magrebí heterosexual, me habló de un día que, en Chueca, preguntó por la sede de COGAM a una pareja. El hombre respondió:

No, lo siento, no lo sabemos. (A su mujer) ¡Lo que nos faltaba! ¡Moro y, encima, maricón!


Gitanxs

El viernes pasado asistí a una charla que dio David Berná Serna sobre diversidad afectivo-sexual y etnia gitana. Berná es un antropólogo doctorando investigador en la Facultad de CCPP y Sociología de la Complutense y prepara una tesis sobre este tema.

Justo el día anterior, en una de las charlas en institutos, me había encontrado con un caso flagrante de LGTBfobia confesa. Prácticamente la mitad de una clase sostenía declaraciones como: "si mi mejor amiga me dijera que es lesbiana, la tiraba por un precipio" o "si mi hijo saliese maricón, le cambiaba los apellidos y adiós hijo". Cuando terminó la hora, el profesor se me acercó y se excusó: "es que son gitanos, ya sabes cómo son".

"No", pensé, "no lo sé". ¿Cómo son lxs gitanos? ¿Homófobxs? ¿Machistas? ¿Subdesarrolladxs? Evidentemente, la afirmación del profesor no es justa. Sería muy obvio decir, pero lo digo, que hay gitanxs homófobxs y gitanxs no homófobxs, que hay gitanxs machistas y gitanxs no machistas...

La exposición de Berná se centró en la historia de la etnia gitana, una historia de dominación y domesticación de la que, en cierto modo, lograron escapar, por lo menos más que otros grupos étnicos minoritarios. Recordemos la biopolítica de Foucault, cuyos tres instrumentos eran la fábrica, la escuela y el hospital: nos encontramos con gitanxs que (repito, en cierto modo) escaparon del sistema educativo, sanitario y laboral estatal.

A continuación se centró en dibujar el sistema normativo de género que impera entre lxs gitanxs (que se centra en la jerarquía hombre sobre mujer y mayor sobre menor; en la importancia capital de la familia, en el estatus de la mujer como depósito del honor) es ultraconservador, lo que se asienta sobre la necesidad de construir una seguridad sobre quiénes son, así como sobre el intento de identificarse a la contra delx payx y de distanciarse del estereotipo que, antes de los sesenta y la revolución sexual, era precisamente lo contrario: sexualidad libre, salvaje...

Finalmente, se centró propiamente en la diversidad afectivo-sexual entre lxs gitanxs y sobre métodos para enfrentarse, en las charlas, a público gitano. Me pareció todo muy interesante y me quedo con muchas ganas de leer su futura tesis. Os recomiendo que, si tenéis oportunidad, le escuchéis o leáis.

En realidad, sí, claro, la mayoría de lxs gitanxs son machistas y lgtbfóbxs.

Pero la mayoría de lxs payxs también lo son/somos.