La gran muralla



En relación al Coñomatón al que hice referencia en dos ocasiones (1 y 2), ahora me hago eco de la obra del escultor inglés Jamie McCartney. Lo he descubierto gracias a Alicia, que ha enviado la información a través de la lista de correo Información y Activismo Ciudad de Mujeres.

Si lo traigo a colación es por su obra The Great Wall of Vagina (La gran muralla de vulvas), donde se muestran 400 coños esculpidos en yeso en diez paneles que ocupan nueve metros de ancho. El autor critica el auge en las operaciones de cirugía estética de labios mayores y menores mediante la muestra de coños de verdad: biomujeres transgénero sin operar, tecnomujeres operadas, rango de edad de 18 a 76 años, postparto...


Visibilidad

Mañana 26 de abril es el día de la visibilidad lésbica. Hace apenas un mes hablé en el curso "Teorías y realidades afectivo-sexuales" de la Universidad Autónoma de Madrid. Dado que nuestra sesión trataba la salida del armario, se esperaban historias de vida y la sempiterna crítica al sistema cis-heteropatriarcal. Pese a que estoy demasiado apegada a la teoría y me da mucho reparo meterme en lo personal, lo acabé haciendo.

Mi primer año fuera del armario sentía tristeza cada vez que alguien, por la calle, me insultaba. Sentía tristeza cuando amenazaban por pegarme, algo que ocurrió en varias ocasiones. Sentía tristeza cuando mi tía me decía que le desmintiera a todos mis allegados que fuera lesbiana, que les estaba haciendo daño con mi sinceridad. Sentía tristeza cuando mis familiares más cercanos no entendían ciertas cosas. Después lo convertí en rabia, que duró años y, más tarde, en indiferencia. Hace apenas dos años que unos insultos me devolvieron la furia. No sabía cómo canalizarla, y me agujereaba por dentro. No quería volver a la indiferencia, así que la convertí en activismo. El activismo no significa necesariamente afiliarse a asociaciones, hacer voluntariado… Cada cual elige su causa y no tenemos tiempo para todas. Pero salir del armario también es activismo. Mi participación en X está muy relacionada con este tipo de activismo. Es recordarles a lxs chavalxs LGTB que hay vida más allá del armario. Es recordarles que existen las lesbianas, los gays, lxs trans, lxs bi.

Sin embargo, vuelvo a lo de siempre. Claro que es muy injusto culpar a la persona LGTB+ de la LGTBfobia. No es eso lo que pretendo. Tan sólo me interesa la responsabilidad. Nadie habla de culpas. Pero todxs somos responsables de la sociedad en la que vivimos.

Si no te van a echar del trabajo, si no te van a echar de casa, si no te van a encarcelar o a asesinar..., salir del armario (sin espacios de ambigüedad, sin peros) se convierte en una responsabilidad ética individual y colectiva. Tu armario es mi armario, tu invisibilidad es la de todxs.

De visibilidad se podría escribir tantísimo... Éste es el video que la revista Mirales ha preparado en ocasión de esta jornada de abril. "La visibilidad de los personajes públicos contribuye a disminuir el miedo. En muchos casos la lesbofobia está motivada por la ignorancia y el desconocimiento", dice María Jesús Méndez, su directora. Bien es cierto que necesitamos referentes, pero cuántas veces escucho las manidas críticas a políticas, a cantantes, a actrices..., en boca de personas que se esconden corriendo el día del Orgullo si se acerca una cámara de televisión. Cada persona necesita su tiempo, sí. Pero es que ya son muchos años. Y hay muchas personas que han sido (y son) asesinadas, mutiladas, encarceladas y humilladas para que puedas ir de la mano de tu chica por la calle como para que ahora pidas... tiempo. No creo en el derecho al armario. Siempre me ha sonado a excusa.
Es el momento en que las lesbianas que somos visibles comencemos a exigir a las que no lo son que den un paso al frente; al menos que se lo exijamos a aquellas que dicen, en privado, defender los derechos de las lesbianas; que les exijamos coherencia política y ética. Los derechos se defienden en el espacio público y no sólo en el privado. Desde el armario no se defiende nada porque nadie te escucha ni te ve.
Beatriz Gimeno


Madrid

Hace unas semanas, N. me comentaba que no sabía en qué momento habíamos dejado de ser observadas en la calle. En su barrio, en el mío, en el centro, en el metro, en el Cercanías, en los bares... Las miradas y, sobre todo, los insultos, se habían convertido en algo muy poco habitual. Y tenía razón.

El sábado, N. me acompañó al mediodía al barrio donde está mi academia de árabe, antes de la clase. Creo que todavía tienen tortícolis todas las personas que pasaron por esa plaza y que todavía se habla de las dos lesbianas que se sentaron en ese banco. Hacía tiempo que no me sentía tan incómoda. Se me olvida que el mundo no es la Gran Vía.