En algunos argumentarios en defensa del aborto (qué rabia que se hayan apropiado del término vida, nosotras somos provida, pro vida vivible), se tiende a tratar de convencer al mal-llamado-provida a través de una empatía mal entendida: "imagínate una niña de nueve años embarazada por una violación, cómo vas a obligarle a seguir adelante con el embarazo, o imagínate y...". Y así. El problema de estos discursos es que acaban como hemos acabado, en las políticas de los supuestos, en el aborto como delito salvo en ciertos casos despenalizados, como en el 85. Y de repente parece que lo grave no es volver a los supuestos, sino que la malformación del feto no sea uno de ellos, y la gente se pone a hablar de síndrome de Down y de discapacidades.
En un estupendo artículo de Beatriz Gimeno sobre esto, escribía:
El tercer supuesto de la ley 9/1985 permitía el aborto siempre que “se presuma que el feto habrá de nacer con graves taras físicas o psíquicas”. Era un supuesto contra el que se rebela la ética básica. ¿Qué son taras? ¿Qué son graves? Si a un feto le falta, por ejemplo, una pierna, ¿es eso motivo de aborto? Las asociaciones de personas con discapacidad y los y las activistas de la misma hemos manifestado siempre que prohibir el aborto en general o dificultarlo y, al mismo tiempo, hacer excepciones solo en caso de que la persona por nacer tenga algún tipo de discapacidad es lo mismo que afirmar que la vida de una persona con discapacidad es inferior en valor a la de una persona sin discapacidad. El aborto no puede servir para proteger a las futuras personas con discapacidad de sus propias vidas, ni la ley es quien para considerar que tener un hijo con discapacidad es tan malo que es mejor permitir un aborto en esos casos.
Y efectivamente, en la ley de 2010 se hablaba de malformaciones pero en el caso de situaciones incompatibles con la vida, no se mentaban las discapacidades ni se entraba en ese discurso capacitista en el que es tan fácil caer cuando hablamos del aborto. Es por eso que los argumentos que se ilustran sobre casos dramáticos son tan peligrosos. Por supuesto que esos casos dramáticos existen y son importantes y merecen sus relatos y sus narrativas. Pero no pueden ser las únicas narrativas. El aborto no puede estar dominado por un relato del trauma y la inevitabilidad, el discurso-de-siempre-es-la-última-opción. De hecho, Pikara Magazine está solicitando experiencias que no se reconozcan en la victimización de Gallardón (a través de su correo electrónico participa@pilaramagazine.com). No aborto porque no me quede más remedio, no aborto pese al trauma que me vaya a provocar, no aborto para evitarle al mundo una mayor diversidad funcional, aborto porque me sale del coño y no quiero tu compasión.
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