Todxs nacemos desnudxs. El resto es drag.
El sábado fui a mi primer taller Drag King (cortesía de Revista Píkara y M en conflicto). Hacía muchísimo que quería ir a uno y no era la primera vez que me travestía, pero fue mucho más que travestirse. Vendarse el pecho, abultar el calzoncillo, separar un poco las piernas, modificar el centro gravitatorio, cambiar el peso corporal de un punto a dos, relajar los hombros... Nos cortamos un mechón de pelo que, a continuación, cortamos más menudo para fabricarnos nuestras propias barbas.
Dado que mi sentirme-mujer hace tiempo que es meramente estratégico-político, pensé que no habría mucha diferencia entre ese fingir-sentirme-mujer con un fingir-sentirme-hombre, pero sí la hubo, y la fui mascando poco a poco. Fue todo muy sutil, no conseguí el tan aclamado passing (pasar por hombre), pero tampoco fue esa mi intención. Inscribí una serie de modificaciones minúsculas que consiguieron un cambio mental importante.
Por cierto, recuerdo una tontería: no tenía frío. A lo mejor Nacho tampoco es claustrofóbico ni ansioso. Creo que la timidez era de Loreto. Tiene que seguir practicando. El king engancha. Y ya no lo puedes echar. Camino al trabajo me he encontrado alternando los andares-de-chica con los andares-de-chico, cambiando a placer el centro gravitatorio de mi cuerpo. Tengo ganas de que Nacho interactúe más con el mundo. Pasando (por hombre) y pasando (por eso-es-un-chico-o-una-chica). El juego ha comenzado.
Una vez que el virus king ha sido activado en cada participante, actuará, como sospecha de género, más allá del taller extendiéndose a la vida cotidiana y provocando modificaciones en todas nuestras interacciones sociales. El saber drag king no es la conciencia de ser un imitador de la masculinidad en medio de cuerpos anónimos de hombres y de mujeres, de hombres de negocios y carteros, de madres de familia que empujan carritos, de jóvenes que pegan patadas a los cubos de basura, sino de percibir, por primera vez, a los otros, a todos ellos, como efectos más o menos realistas de repeticiones performativas descodificables como masculinas o femeninas. Al caminar entre sus cuerpos anónimos, sus masculinidades y sus feminidades (al mismo tiempo que la mía) aparecen, por primera vez, como caricaturas de las que, ellos solos, gracias a una convención tácitamente pactada, parecen no ser conscientes.Beto Preciado, en Testo Yonqui
Sí que engancha, sí. Yo me sentí más o menos a gusto en la piel de Bruno, pero tiene que seguir creciendo. Así que hay que repetir.
A mí el drag king me ha servido mucho para sentir lo de la performatividad de género en mi propio cuerpo, para ser más consciente de lo que construyo y deconstruyo. El domingo me puse sujetador push-up, camiseta con escote, me pinté los labios de rojo... ¿Me sentía más June que cuando fui en búho con patillas y bigote? Pues no, porque fui muy consciente de que son prótesis, como suele decir Marina. Me sentí muy June cuando llegué a casa y me quité el paquete y la barba, y aún así seguía con una postura corporal más sana, sin la losa de la coquetería femenina que siento a veces... Efectivamente, el resto es drag. Un placer compartirlo contigo.
¡Muchas gracias a ti por organizarlo! Y a Marina/Mario, claro. A mí me pasé lo mismo, el domingo tuve que disfrazarme y me apeteció jugar a las señoritas, performatividad en estado puro :)