LGTB+ e islam español

Hoy (por fin) he defendido mi trabajo de fin de máster en el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid: Cuerpos transfronterizos: Diversidad afectivo-sexual e islam en el Estado español. Ha sido una investigación dura psicológicamente hablando, porque nada ha salido como yo quería que saliese. Supongo que es la gracia de las investigaciones, ¿no? Pero yo, entre tanta postmodernidad y tanto flujo de vectores, soy una enferma de las ecuaciones con resultado X igual a números enteros, así que no estoy muy satisfecha con el resultado. A veces pienso que sólo falta que Intereconomía lo prologue para ya terminar de darlo por perdido.

El objetivo de mi trabajo era estudiar el proceso de construcción identitaria y la gestión de la visibilidad de los cuerpos LGTB+ marcados por la variable identitaria islam (cuando hablamos de marcas identitarias podemos referirnos, por un lado, a aquellas que son tomadas voluntariamente y, por otro lado, a adscripciones externas, heterodesignaciones), utilizando un diseño de muestreo teórico, obteniendo, mediante las entrevistas personales y la revisión bibliográfica, una teoría causal sobre la identidad y sobre la (in)inteligibilidad de las personas musulmanas y de las personas no (cis)heteronormativas.

Hasta aquí muy bonito (y muy ambicioso). La hipótesis descriptiva propuesta era que la posición de los cuerpos LGTB+ en el sistema fronterizo (cultura, condición de migrante, situación legal, religión) influiría en una expresión mayor o menor del proceso de construcción identitario. En relación al marcador religioso-cultural musulmán, su aparición en la ecuación revierte automáticamente en una menor visibilidad y participación social como LGTB+. La hipótesis causal, explicativa, infiere que esto se debía a (a) la islamofobia creciente en el Estado español, a (b) el discurso (cis)heteronormativo de las comunidades musulmanas migrantes y a (c) el discurso homonormativo de los colectivos LGTB+ en el Estado español.

[Con esto no quiero decir que la sociedad del Estado español no sea heteronormativa, o que las personas musulmanas, LGTB+ o no LGTB+, no sean también homonormativas, sino que me cerraba a unas realidades concretas que pretendían explicar por qué había personas que, por ejemplo, en Líbano, vivían fuera del armario pero, al llegar a Madrid, volvían a meterse dentro].

El mayor problema llegó a la hora de localizar los informantes. No puedes hacer un trabajo serio sobre el islam español y las identidades LGTB+ partiendo de, tan sólo, cinco informantes. El marco teórico era firme y está [me echo flores] muy trabajado. Pero los informantes no me dijeron lo que yo quería oír [bienvenida al mundo de la investigación]. Mi hincapié estaba en el discurso homonormativo de la sociedad occidental, pero el suyo en el discurso heteronormativo de las comunidades musulmanas. Cuando comencé a hacer el trabajo, pensaba en todas aquellas mañanas en los institutos que, durante las charlas, lxs chavalxs insistían en justificar su islamofobia con un presunto respeto a las personas LGTB+. Me dio la sensación de que eso se había contagiado a muchxs musulmanxs, pero pensar eso significaba minusvalorar la autonomía de sus palabras. Por supuesto, en muchos ámbitos confirmaban mis hipótesis (¿he dicho ya que eran sólo cinco informantes...?): había necesidad de referentes positivos que fueran pares culturales-religiosos, había percepción de islamofobia en el Estado español, había crítica a la doble (y triple, y cuádruple...) discriminación, había conciencia de un discurso heteronormativo en las comunidades migrantes que se reducía a veces a una estrategia identitaria ante la creciente xenofobia, y sí, lo que menos había era visibilidad.

El problema no sé si fue el sesgo de la muestra entrevistada o mi ceguera desde el principio. No supe centrarme teóricamente en esa visibilidad. Tampoco "cabía" en este trabajo, que era tan sólo un acercamiento, pero me quedo con las ganas de profundizar mucho más en ese concepto. En Epistemología del armario, de Eve Kosofsky Sedgwick, las referencias con las que compara, a lo largo del primer capítulo, el ritual de "salir del armario" son de carácter bíblico: la identidad judía de Esther. He trabajado mucho en una conceptualización más amplia de las definiciones de (cis)heteronormatividad y de las diferentes identidades LGTB+. He trabajado mucho en abrirme a una comprensión diferente de la identidad individual, de la identidad colectiva... Pero había olvidado el tema de la visibilidad. No quiero decir que crea en las traducciones culturales como conceptos fijos y aislados que son diferentes e impermeables según la región geográfica; pero sí existe una genealogía diferente de los activismos y de los conceptos, por mucho que sean volubles y que se mezclen, se unan, se separen, una y otra vez. Activistas palestinos LGTB+ han dicho respetar las estrategias de "visibilidad" occidental, pero no necesitarlas: "Podemos tener esta flexibilidad de identidad sin el ‘ritual’ de ‘salir del armario’. No pertenecemos a una cultura cristiana, no tenemos la tradición de la confesión". Y así me he quedado. Pensando que la teoría me ha fallado. Y que me faltan herramientas para seguir investigando. Que no sé si seré capaz algún día de deconstruirme tanto como para dejar de ver la necesidad de la visibilidad LGTB+ como algo universal. Y que mi capacidad de auto-deconstrucción tenga límites tan claros es algo que me asusta.


La homofobia mata

The ability of anyone in the culture to support and honor
gay kids may depend on an ability to name them as such.
Eve Kosofsky Sedgwick

Hace casi un año hablaba de la inciativa It gets better, el proyecto de Dan Savage que, mediante una Web y un canal de Youtube, animaba a lxs chavalxs que sufrían acoso homofóbico en los colegios e institutos (iniciativa que se "tradujo" al español con Tu vida va a mejorar y a que Google Chrome utilizó para este anuncio -venga, vale, es emotivo, sí).

Menos de un mes después, escribí sobre Put this on the map, el proyecto de un grupo de chicxs que pretendían reeducar a la sociedad en relación al género y a la sexualidad. Una de las frases de su vídeo es "This is not about how 'it gets better' when we get old. Do you want me to wait till later? Hell no!" [Esto no va de cómo 'va a mejorar' cuando crezcas. ¿Quieres que espere hasta más tarde? ¡No!].

Producimos una sociedad, no sólo dicotomizada (hombre/mujer, hetero/homo), sino en la que una de las partes del binomio está subordinada a la otra. Educamos a millones de chavalxs en esa sociedad. A través de los medios de comunicación, de los libros de texto, de las películas para menores de 13 años, de los juegos de mesa, de los cuentos infantiles, de la publicidad... patologizamos la homosexualidad e invisibilizamos el resto de sexualidades que quedan fuera del binomio homo/hetero. Utilizamos las palabras maricones y tortilleras delante de los niñxs. Les decimos que tienen que comportarse de acuerdo a ciertas normas que no entienden pero asumen. Interiorizamos que es normal [horrible palabra] que los críxs sean crueles, que se metan unxs con otrxs. Nos callamos cuando un niño de catorce años es acosado diariamente, y en el instituto y en casa lo saben. Nos callamos cuado leemos en redes sociales abiertas que se quiere suicidar y le contestan que se suicide, que es estúpido, feo, gordo y marica.

Como mucho, subimos un video en el que le decimos a él, a todxs esxs niñxs, que todo va a mejorar, que espere, que aguante. Que todo va a mejorar.

Pero para cuando todo haya mejorado y el mundo se haya convertido en ese pasto de piruletas y arcoiris del que hablamos, el niño ya se ha suicidado.


Being


Zanele Muholi (Umlazi, Sudáfrica, 1972) es fotógrafa y activista por el empoderamiento de las mujeres. En su colección Being retrata a lesbianas negras sudafricanas (lamento traducir sin el nivel para hacerlo, pero todo sea por la mamma):

A partir de la esclavitud y del colonialismo, las imágenes sobre nosotras, mujeres africanas, han sido utilizadas para reproducir la heterosexualidad y el patriarcado blanco, y estos sistemas de poder han organizado nuestro día a día de tal forma que ahora es difícil vernos como realmente somos en nuestras respectivas comunidades. Más aún, las imágenes que vemos se sustentan en binarismos que nos han sido constantemente dictados (hetero/homo, hombre/mujer, africano/no-africano). Desde que nacemos, nos enseñan a interiorizar sus existencias, a veces olvidando que si los cuerpos están conectados, conectando, la sensualidad va más allá de conceptualizaciones simplistas sobre género y sexualidad.
A pesar de que, a diferencia de la mayor parte de los estados africanos, nuestra Declaración de Derechos nos garantiza protección legal contra la homobia, no hay fotografías cariñosas, íntimas, de lesbianas negras. Como artista visual, una siempre está confrontada con las políticas de la representación. Tengo la opción de retratar a mi comunidad de una manera que nos convierta otra vez en ese producto para el consumo por el mundo exterior, pero también la de crear un cuerpo de significación que sea bienvenido por nosotras como comunidad de mujeres queer negras. Elijo el último camino, porque es a través de la captura del placer y erótica visual de mi comunidad que nuestro ser se va a ver con claridad, en la conciencia nacional y en la comunidad. Y es a través de mirarnos a nosotras mismas como encontramos amor, risas, alegría que puede preservar nuestra fuerza y recobrar nuestra salud según nos movemos en un futuro que todavía está tristemente lleno de amenazas e inseguridad -VIH/SIDA, crímenes de odio, violencia contra las mujeres, pobreza, desempleo.

En el último año, he perdido a dos de mis amigas de enfermedades relacionadas con el SIDA (una en abril de 2006 y otra en marzo de 2007). Ambas hicieron historia [herstory] en la comunidad lesbiana, pero sus historias no fueron celebradas públicadas. En consecuencia, una faceta de estas imágenes es crear conciencia sobre cómo nosotras, como lesbianas, necesitamos tomar precauciones cuando nos relacionamos sexualmente con otras mujeres. Lxs investigadorxs perpetúan rutinariamente la noción incorrecta de que tenemos menor riesgo de infección y transmisión porque no nos acostamos con hombres. Pero la realidad es que nuestras hermanas y compañeras [fellow sistahs] son violadas y asesinadas en este país todos los días. Quería fotografiar a 'mi gente' antes de que no quedemos ninguna.

Sus fotografías huyen de la figura de víctima a la que se somete a las lesbianas sudafricanas. Su situación no es para nada buena: la plaga de las violaciones correctivas sigue en aumento (sólo en Ciudad del Cabo se producen diez de estos crímenes a la semana); una señal más de que la situación legal (el matrimonio homosexual es legal desde 2006) no es para nada el indicativo del respeto a las personas LGTB+ en una comunidad. Recomiendo también este artículo, a través del que he conocido a la fotógrafa.


Sombra de chico

El sábado (h)ojeaba libros con N. en una tienda cuando nos topamos con uno llamado Julia, la niña que tenía sombra de chico, un pequeño librito que catalogan como literatura infantil-juvenil. Lxs autorxs del texto son Anne Galland y Christian Bruel; y la ilustradora se llama Anne Bozellec.

Nos gustó el título. Nos gustaron las ilustraciones. Nos gustó que la editorial se llamase El Jinete Azul. Nos encantó la edición. Lo leímos en la propia librería y nos gustó que Julia fuese a la vez Julia y el niño que tenía por sombra; nos gustó que hablase de chico-chicas y de ser niño y niña a la vez; nos gustó que llamase al género frascos cerrados y rígidos de pepiniños y pepiniñas; nos gustó (y nos chocó) que hablase con total naturalidad de masturbación.

Editado inicialmente en Francia en 1977, se publicó en España en 1980 bajo el título Clara, la niña que tenía sombra de niño, con algunas páginas censuradas, en la colección La Sonrisa que Muerde de la Editorial Lumen. Es, por tanto, la primera vez que ve la luz al completo.


Pórtate mal

Call the White House 1 (202) 456-1414 Tell Bush we're not all dead yet. (Llama a la Casa Blanca. Dile a Bush que todavía no hemos muerto todxs). Así era el cartel que diseñó el artista Donald Moffett para una de las acciones de Act Up ("Pórtate mal"), un colectivo de seropositivxs fundado en 1987 contra el tratamiento médico, mediático y social del VIH. Digo que el colectivo era únicamente de seropositivxs porque, independientemente de que sus cuerpos portaran o no anticuerpos, el VIH era una identidad política con la que jugaban todxs los integrantes del movimiento.

Nunca me había adentrado demasiado en el mundo del VIH, pese a tener compañeros de activismo muy involucrados. Entre David Halperin y, ahora, la obra sobre activismo audiovisual de Roger Hallas: Reframing Bodies: AIDS, Bearing Witness, and the Queer Moving Image, crece mi interés. Creo que, al no haber vivido el periodo traumático de los años ochenta y al haberse generado mi conciencia política en una época post-sida (no porque haya dejado de existir, sino por su lenta y forzada invisibilización aun dentro de los movimientos LGTB+), no he sido consciente nunca de la importancia de la construcción, por parte de tercerxs, delx seropositivx como estrategia homofóbica.

Precisamente ACT UP (AIDS Coalition to Unleash Power) se hizo con el eslogan Silencio=Muerte para llamar la atención sobre las consecuencias que tenía la falta de articulación de un discurso de empoderamiento en relación al VIH. Transcribo (y traduzco) parte del discurso que dio Vito Russo en una manifestación en Albany y en Chicago en 1988:

Así que, si estoy muriendo de algo, estoy muriendo de homofobia. Si estoy muriendo de algo, estoy muriendo de racismo. [...] Estoy muriendo del Presidente de los EEUU. Y, especialmente, si estoy muriendo de algo, estoy muriendo del sensacionalismo de los periódicos y las revistas y los programas de televisión, que se interesan por mí sólo en tanto en cuanto esté dispuesto a ser una víctima indefensa, pero no si estoy luchando por mi vida.

Si estoy muriendo de algo, estoy muriendo del hecho de que no haya suficientes hombres ricos, blancos y heterosexuales con sida como para que les importe una mierda. Ya sabéis, vivir con sida en este país es como vivir en una dimensión desconocida. Vivir con sida es como vivir en una guerra que sólo ocurre para aquéllos que resultan estar en las trincheras. Cada vez que explota una granada, miras alrededor y descubres que has perdido a más amigxs, pero nadie más se da cuenta. No les está pasando a ellxs. Ellxs caminan por las calles como si no estuvieran atravesando algún tipo de pesadilla. Y sólo tú puedes oír los alaridos de la gente y sus gritos pidiendo ayuda. Nadie más parece darse cuenta.

El resto del discurso es estremecedor. Merece la pena. Y sigue estando vigente (desgraciadamente) más de veinte años después.

[Y una grata sorpresa buscar información sobre Act Up y encontrarse con un artículo (PDF) sobre actiVIHsmo audiovisual escrito por quien fuera mi tutora del fin de carrera].


Estrategias antihomofóbicas


Me estoy leyendo el recomendadísimo San Foucault: Para una hagiografía gay, de David Halperin. Como en tantas obras, destacaría infinitos fragmentos, pero me voy a quedar con sólo un detalle (por ahora). El autor trata de recopilar una serie de estrategias antihomofóbicas, y una de ellas es la apropiación y la teatralización (pp. 70-71 de la edición enlazada):

Un ejemplo de este procedimiento lo dio el diario gay de San Francisco Bay Times en su respuesta al infamante número de Newsweek (21/6/93) consagrado a las lesbianas. El artículo de Newsweek había presentado el lesbianismo a sus lectores, supuestamente heteros, como un fenómeno interesante aunque problemático, que podía ser tolerado socialmente pero dentro de límites estrechos (la fórmula "los límites de la tolerancia" ha sido una típica presentación de los informes del Newsweek sobre la homosexualidad). El artículo proveía también un breve glosario con términos técnicos, tales como butch y femme, a fin de ayudar a que sus lectores adquiriesen familiaridad con las características elementales, aunque arcanas y exóticas, del lesbianismo. El Bay Times respondió diez días después con una parodia. Se retrató en la tapa a una publicación llamada Dykeweek (Semanario Tortillero), imaginando que era una revista semanal dirigida a un público de lesbianas que podían tener curiosidad por los ritos sexuales bizarros de los heterosexuales. También daba una visión de devastadora precisión y maravillosamente alienada de los roles heterosexuales a través de su glosario, que contenía términos tales como: "Esposa: tradicionalmente, la partenaire 'feminine' en una relación heterosexual, responsable de las tareas domésticas y el cuidado de los niños" o "Reproductores: heterosexuales militantes, a menudo violentos, que hacen proselitismo a fin de incitar a los jóvenes para que sigan su controversial modo de vida". De esta forma, el Bay Times sugería que la heterosexualidad, no el lesbianismo, era lo que requería ser problematizado por el tratamiento sensacionalista de los diarios. También quería destacar que la distribución de roles, la polarización de los géneros y las asimetrías de poder son esenciales en las relaciones heterosexuales, y que ellos los toman más en serio que las lesbianas más butch o femme (en la medida en que los ven no como distribución de roles, polarización de géneros y asimetrías de poder, sino como los hechos naturales de la vida). Tal respuesta, en vez de comprometerse con el contenido de las afirmaciones del Newsweek, teatraliza sus estrategias.


Bisexualidad



Una amiga me ha replicado que invisibilizo la bisexualidad en el blog. Estuve a punto de responderle que no era cierto, que siempre hablo de la LGTBfobia, del colectivo LGTB+, que incluso escribí una entrada el 23 de septiembre del año pasado sobre la BIsivilidad. Pero justo antes de darle a enviar me di cuenta de que sonaba exactamente igual que cuando Esperanza Aguirre dice que tiene muchos amigos gays: Oh, sí, incluyo una sigla; oh, sí, ¡¡¡escribo una entrada el día de la visibilidad bisexual...!!!

Lo mejor de todo es que me ha evitado una larga cadena de e-mails porque se ha adelantado a todas mis disculpas. Bien es cierto que la categoría de "bisexualidad", con ese prefijo tan prefijo, refuerza los binarismos de género hombre/mujer. Pero sí, ella tiene razón, la identidad marica o la identidad bollera también lo hacen, como etiquetas monosexuales. Puedo responderle que me gusta más polisexual u omnisexual, pero entonces ¿por qué utilizo la palabra lesbiana y/o bollera? ¿Por qué no me autodenomino polisexual cuando no considero que todas las mujeres que me han gustado/atraído compartan género?

Me ha pasado un vídeo de TV3 de 2007 (gran parte está en catalán, pero se entiende bastante bien aunque no lo hables), cuando la asociación Sin vergüenza debatía incluir la bisexualidad entre sus siglas [me corrigen en los comentarios: hacía tiempo que en sinver estaba la sigla B, el debate era sobre su inclusión en la comisión unitaria por el 28J). Habla Itziar Ziga, a la que he citado bastantes veces en el blog. Ziga critica vehementemente el dualismo que se desprende de la etiqueta bisexual. Pero es la misma que, en las dos entradas en las que la he citado últimamente, defiende la persistencia y necesidad del género como categoría de análisis y como identidad política.

Psicoanalizando mis fobias, llego a la conclusión de que me asusta pensar que darle legitimidad a la bisexualidad hage ininteligibles otras sexualidades. Es decir, yo soy bollera, mi identidad (principalmente política) es bollera, eso es monosexual, e implica que me identifico como mujer y me atraen personas que identifico como mujeres (qué feas suenan las definiciones, y qué poco de acuerdo estoy con ellas según las escribo). Pero no siento que mi identificación como bollera excluya de la inteligibilidad de las personas transgénero no-mujeres no-hombres, de las personas intergénero... Simplemente no estarían en mi presunto ratio de deseo (que grima me dan mis palabras). Sin embargo, cuando pienso en la identidad bisexual siento que pretende ser equivalente a omnisexual y, aquí sí, excluye la posibilidad de una polisexualidad más amplia que la dual. He ahí los orígenes de mi conflicto con la bisexualidad y la fuente de mi bifobia.

Esto me lo acabo de sacar ahora, pues no era consciente. Supongo que he intentado ir muy rápido. Esconder la bandera bi para enarbolar la bandera omni/polisexual es como esconder la bandera bollo para enarbolar la bandera transfeminista. La sexualidad y la política (¿es algo distinto?) es tan amplia y tan compleja que nos permite alzar al tiempo la bandera bi, la bandera omni/polisexual, la bandera bollo y la bandera trans. Lo importante no es qué bandera enarboles, o cómo te autodenomines en determinado momento, sino que tu bandera no implique retirar ninguna otra. Y negar una sexualidad con la que tantas personas se sienten identificadas es, como poco, una enorme falta de respeto. Mis sinceras disculpas (que irán acompañadas de un mayor intento por BIsivilizar, en el blog y en mi vida diaria).

Fuente de la imagen: Lille Skvat


Lenguaje

Siempre que a lxs chavalxs se les pregunta cómo definirían a una persona homosexual dicen: "A quien le gustan los chicos". Yo siempre les pregunto: "¿una chica a la que le gustan los chicos es homosexual?".

Siempre que a lxs chavalxs se les pregunta cómo definirían la pluma dicen: "Pues hacer las cosas como afeminado, hablar como una chica, sentarse como una chica". Yo siempre les pregunto: "si una chica habla como una chica o se sienta como una chica, ¿tiene pluma?".

Obviando el horrible detalle de que definamos (por ampliamente que lo hagamos) la sexualidad y aclarando que, evidentemente, debatimos a qué nos referimos con expresiones como "como una chica", en lo que me quería fijar es que siempre, siempre, siempre, tanto chicos como chicas, definen los conceptos desde la perspectiva masculina. Y nunca deja de sorprenderme.


El mapa del género


Descubro a través del blog I'm Here. I'm Queer. What the Hell I Read? un mapa fascinante. Está en la página Web de la película Two Spirits (Lydia Nibley, EEUU, 2009), un filme que relata la historia delx transgénero Fred Martínez, de ascendencia navaja, que fue asesinadx por su identidad/expresión de género. La película reflexiona sobre las traducciones culturales de las categorías identitarias en torno al sistema sexo/género/deseo.

En un debate sobre este tema, me dijeron un día que moviéndonos en un mundo tan sumamente fronterizo, con tanto (y tan veloz) intercambio de información, hablar de traducción cultural presuponía una serie de conceptos fijos e inamovibles que, en realidad, ya no existían.

En este mapa se presentan expresiones de género diferentes a las normativas a las que aquí (mujer joven blanca de clase media del Estado español) no estamos acostumbradxs: las femminielli italianas, lxs metis nepalíes, lxs ninauposkitzipxpe canadienses... Merece la pena explorarlo.


¿Post-género?


¿Está el feminismo listo para prescindir del género?
No llego a comprender desde qué malinterpretación de las ideas de Judith Butler o Beatriz Preciado se llega a sugerir que el feminismo debe aspirar a prescindir del género. El género es la herramienta de comprensión que nos ha ayudado desde mediados del siglo XX a comprender cómo operan las relaciones de poder patriarcales. Y en su misma definición alude a la versión que cada una y uno encarnamos de toda una complejísima combinación de mandatos sociales en torno a la feminidad y a la masculinidad. No somos globos de helio. Cuando escucho que debemos desmontar el sujeto político mujeres para avanzar en nuestra liberación, me entran ganas de abofetear. ¿Cómo hostias luchas contra la feminización de la pobreza sin aplicar nociones de género?

Itziar Ziga en Gara


El pueblo gay


Me voy a la noticia que ayer se expandió por Twitter y Facebook y que nos hacía irremisiblemente pensar en El Mundo Today (un diario satírico online): El municipio malagueño Moclinejo celebra un referéndum para decidir si se convierte en pueblo gay. No, no, no es broma.

Como soy una pedante, voy a hacer una serie de reflexiones pretenciosas y pretendidamente serias sobre lo que parece bastante banal, basándome únicamente en los datos que se aportan en la noticia del Diario de Málaga a la que he enlazado.

Vale, un pueblo gay. Pero qué gilipollez es esta. ¿Desde cuándo los pueblos tienen orientación sexual? ¿Desde cuándo? ¡Desde siempre! La geografía, las ciudad, el pueblo (sobre todo el pueblo) son heterosexuales. El urbanismo es heterosexual y la arquitectura es heterosexual (advertido principalmente en las dicotomías espacio público-espacio privado, lugar de producción-lugar de reproducción). Elx ciudadanx que lo habita se presupone heterosexual y su modelo de familia que lo puebla es heterosexual. Así que sí, es una gilipollez. Pero los pueblos tienen orientación sexual. Así, no suelen ser diversos y abiertos a la diferencia, sino cerrados a una sola opción afectivo-sexual (supongo que en el pueblo gay no se hará bullying a lxs niñxs hetero en el instituto, ¡punto para Moclinejo!).

¿Las casas de rosa? ¿Qué tendrá que ver lo gay con lo rosa? ¿Estética característicamente gay? Pues sí, lo gay tiene que ver con lo rosa. Si se trata de esencializar las identidades y relacionar unilateralmente a las mujeres hetero (todo el mundo sabe que a todas las mujeres hetero les encanta el color rosa) con los hombres gay a la manera del concepto de invertido, entonces no, no es bonito. Pero asociar lo rosa con lo gay es más una subversión de lo que se supone que tiene que ser un hombre y de lo que se supone que tiene que desear un hombre. Así visto, no está tan mal.

¿Casas para homosexuales? ¿Les piden el carné? ¿Qué clase de discriminación absurda es esta hacia los hetero? Habría que preguntar cuántas parejas de chicas o de chicos han sufrido que unx caserx les niegue el alquiler una vez descubren la naturaleza de su perversa relación (algo completamente ilegal pero que sí, señorxs, sigue pasando). Ahora bien, ¿casas para gays? ¿Cómo medimos esto? ¿Qué clase de homonormatividad se va a introducir aquí?

¿Qué pasa? Entonces, ¿te parece bien la chorrada ésta? No. Lo que quiero decir es que ponemos el grito en el cielo porque quieran que un pueblo, de repente, 'sea gay', cuando llevamos siglos viviendo en pueblos 'hetero'. En realidad, si nos dejamos de chorradas, la supuesta medida a tomar en Moclinejo está destinada a fomentar el turismo y reactivar la economía, ya sabéis, las maricas siempre traen dinero y cuando se trata de dinero siempre somos bienvenidOs. Se trata de un juego tremendamente homonormativo (cómo se supone que deben ser los gays y cómo no se puede uno salir de ese esquema para ser un buen gay). No olvidemos que por mucho que cambie la orientación sexual de Moclinejo, su identidad de género sigue siendo totalmente masculina.

Bueno, entonces genial, vámonos todxs a vivir a Moclinejo... Sí, supongo que es mucho más fácil meternos a todxs en un pequeño municipio. De hecho, también te puedes quedar en Madrid y no salir de Chueca. O mudarte a Barcelona y no salir del Eixample... El problema no está en los supuestos 'guetos' LGTB+, sino en los verdaderos guetos hetero. No entremos, quedémonos en nuestro "paraíso", no nos vayamos a acordar si salimos de que seguimos dando asco.