Mi amiga Mabel Longhetti me recomienda el artículo "¿Desde cuándo el matrimonio es un camino hacia la liberación?" de Paula Ettelbrick (publicado originalmente en 1989). Me ha parecido muy interesante como compilación de la argumentación de buena parte del colectivo queer contra el matrimonio homosexual, de todas formas, tengo bastantes pegas. Hablé sobre ello en dos entradas anteriores (1 y 2).
Creo que es evidente que el matrimonio no es el fin último del activismo queer, o de la liberación o empoderamiento LGTB+; pero eso no tiene por qué significar que sea un paso atrás o una trampa. Es posible que perdamos a una buena parte del conjunto activista LGTB+ tras la obtención de esta meta, pero supongo que no eran personas con las que pudiéramos contar de todas formas.
Creo que una buena manera de subvertir el matrimonio es abriéndolo a otras posibilidades, el problema sería que se limitara a parejas hetero y parejas gay, por lo que la lucha debiera continuar para que el matrimonio se abriera a todo tipo de relaciones. Esto no quiere decir ni que sea una lucha prioritaria ni que sea la única o la última. Tampoco significa que todas las personas en diferentes relaciones tengan que o quieran registrarse. De todas formas, también hay que respetar las necesidades de institucionalización de cada unx, y si una pareja homosexual está heteronormalizada (al fin y al cabo no importa el sexo/género de cada unx, sino cómo lo expresen, ¿no?), no tiene por qué funcionar de manera diferente a una pareja heterosexual (una pareja hetero también puede ser "heteroqueer", ¿verdad?).
No sé, nunca me terminan de convencer estas críticas al matrimonio; creo que el hecho de que el matrimonio sea y haya sido la institución que es, no quiere decir que no pueda modificarse o subvertirse (¿no se hace con el género?). Otra cosa es que no quisieran/quisiéramos hacer uso de él, ya fuera nunca o mientras no sea realmente igualitario para todo tipo de relacione.
Yo estoy de acuerdo con tu argumentación en un 90%. Sin embargo, hay una parte de mí, quizá la más personal, que se siente condicionada: por un lado, no soy lo suficientemente hetero para defender un matrimonio tradicional; por otro lado, no soy lo suficientemente LGTB+, para verme integrada en esta demanda.
Siempre salgo perdiendo. No soy suficientemente "mujer" ni suficientemente "bollera" (entiéndase esta frase desde Wittig). Cada uno reclama lo suyo, a mí me ponen una sigla al final de un montón y me dicen que son mías sus demandas.
Y yo me lo tengo que creer.
Si me casara con una tía, sería un matrimonio homosexual. Si me casara con un tío, sería un matrimonio "normalizado". No. No me representa ni lo uno ni lo otro.
Quizá esto sea muy personal, pero quiero y necesito que se subvierta la dicotomía, porque juego en el medio. Y con que se pida el "matrimonio homosexual" no me veo representada. Creo, una vez más, que no existo porque no puedo jugar en ninguna de las dos bandas.