[El j/e] no es un yo destruido. Es un yo que se ha vuelto tan poderoso que puede atacar el orden de la heterosexualidad en textos y asaltar al así llamado amor, a los héroes del amor, y lesbianizarlos, lesbianizar a los símbolos, lesbianizar a dioses y diosas, lesbianizar a hombres y mujeres.Monique Wittig, La marca de género
En diferentes partes de su obra, Wittig considera que el lenguaje es neutro y que lo que es sexista es el uso que hacemos de él. Este pensamiento es atractivo, pero sus continuas referencias a una lengua previa a la Ley le hacen caer en algunas contradicciones y me hacen sospechar, como de todos los feminismos que buscan y buscan ese periodo previo al patriarcado, anterior y fuera de la Ley.
Monique Wittig piensa que el femenino sólo existe como marca de género, visibilizando su sexo de esta forma, mientras que el masculino es el elemento universal, el elemento no marcado. La eliminación de la imposición de género instaura, pues, la homosexualidad y universalidad en el lenguaje. La expresión escritura femenina, tan defendida por Luce Irigaray (y otras autoras francesas, como Hélène Cixous) sería, para Wittig (pdf), "defender justo aquello contra lo que su pensamiento y su texto se dirige, es decir, la existencia de una humanidad diferenciada social y políticamente en sexos dicotómicos y marcada en el lenguaje por el género gramatical".
Wittig considera que la distinción de género, de ambos sexos, es una estrategia de un lenguaje sexista, asegurándose de la presencia del sexo masculino mediante la producción del género que lo niega, el femenino. El género masculino, por tanto, 'es', mientras que el femenino 'es lo Otro' y se queda en la mera diferencia. Otra feminista francófona contemporánea, Luce Irigaray (belga residente en París, 1932), representante clave del feminismo de la diferencia, respondió en 1985 con Parler n'est jamais neutre a esta afirmación. Irigaray sostiene que "el sexo femenino no es una carencia ni un Otro que inherente y negativamente define al sujeto en su masculinidad. Por el contrario, el sexo femenino evita las exigencias mínimas de la representación, porque no es ni Otro ni carencia, pues esas categorías siguen siendo relativas al sujeto sartreano" (fuente).
De esta forma, Wittig se propone la eliminación de marca de género en el lenguaje, mientras que Irigaray defiende una política de enunciación femenina y feminista. Mientras que me resulta mucho más atractiva la perspectiva de Wittig, entiendo la importancia de la visibilidad derivada del discurso de Irigaray, aunque el uso estratégico de la categoría de sexo/género/deseo corra el riesgo de ontologizar los discursos: como todo lo estratégico, da miedo terminar por creerlo verdad.
Vosotras, vosotros, vosotrxs, ¿con qué os quedáis?
yo, para mi mismx, eliminaría la marca de género, ya que aunque soy una biomujer, no me siento identificada con el género femenino o masculino. Aún así, creo que es necesaria ya que muchas mujeres la hacen suya como una forma de lucha y visibilidad.
Bar/Blai
No entiendo muy bien la explicación de Irigaray pero estoy de acuerdo en que seguramente la machaconería del "todos y todas" tenga efectos positivos a corto plazo por lo que comentas de la visibilidad, y por eso la prefiero. El problema es en mi opinión, una vez más, el tiempo. ¿Estamos dispuestxs a esperar a que la sociedad en general suba/mos un escalón más y desde allí entienda/entendamos que aquello era una solución coyuntural pero que lo suyo es eliminar la marca de género? ¿Y lo mismo con el tema de la opción/orientación sexual?