Hace tres años, en el curso de verano de la Universidad Autónoma de Madrid Unas sexualidades otras: repensar la diversidad sexual, una ponente hizo una declaración en relación a las protestas de algunos colectivos e individuos respecto a la legalización del matrimonio igualitario (cito de memoria, sin saber quién fue la responsable de estas palabras; ni siquiera puedo poner la mano en el fuego por que fue en estas jornadas, aunque esté casi segura de ello): "Dicen que no se puede aceptar el matrimonio gay, que tienen miedo, que después qué, que si legalizamos el matrimonio gay luego pedirán que legalicemos los tríos, que a saber... y se supone que nosotrxs debemos contestar que no, que sólo queremos el matrimonio gay. Pues claro que no. Yo les contesto. Pues claro que no. Y qué".
Hoy se celebra el sexuagésimo segundo aniversario de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desde entonces, el único término que parece más o menos claro (y eso es mucho decir) es el de declaración. Nadie ha logrado traducir, sin embargo, lo que significa universal, lo que significa un derecho, ni lo que significa ser humano.
Hablando de asuntos más banales, hoy me acuerdo de Brad Pitt. En su día, comentó que no se casaba con Angelina Jolie porque, mientras las personas homosexuales no pudieran acceder libremente al matrimonio en su país, ellxs tampoco querían gozar de ese derecho. Como a mí estas cosas me influyen, independientemente de sus verdaderos motivos y de si finalmente se hayan casado o no, que ni lo sé ni me importa, pues lxs chavalxs me cayeron mejor desde entonces.
Cuando se narra la historia (porque La Historia, en singular y mayúsculas, siempre acaba siendo poco más, o poco menos, que una narración) del sufragismo norteamericano, se suele aludir a la colaboración de mujeres y negrxs y se habla de cómo, cuando los negros obtuvieron el derecho al voto, abandonaron a las mujeres, blancas, negras o mestizas, a su suerte: ellos ya tenían lo que querían y no iban a arriesgarse por... en fin... por las mujeres. Cuando se narra de esta forma la historia sufragista, lxs oyentes suelen escandalizarse ante lo que parece una injusticia escandalosa.
Parece que la anécdota de Brad Pitt y el acontecer sufragista estadounidense no tienen ninguna relación. Brad Pitt no se juega que su reconocimiento como humano y la inteligibilidad de su relación sea puesta en duda aunque se movilice a favor del matrimonio entre personas homosexuales. Sin embargo, es probable que los hombres negros temieran perder su recién estrenada existencia como humanos y ciudadanos intelegibles si se arriesgaban a rechazar el ejercicio de su derecho al voto hasta que las mujeres también contaran con él. Vencieron la supervivencia y el miedo a la muerte social sobre la solidaridad y a la justicia. Es probable que algunos de ellos tampoco reconocieran a las mujeres. Ser oprimidx por algo no te convierte en aliadx en otra área.
Cuando hablamos de matrimonio homosexual, sentimos muchas veces que es el último paso que queda para la igualdad legal de las minorías sexuales, una forma de reconocimiento, de permiso para la afirmación del individuo y del colectivo. En España ya hay igualdad legal, entonces. No hemos esperado mucho para sentarnos y descansar. Está todo el trabajo terminado. Yo, autodesignada mujer lesbiana con prácticas afectivo-sexuales de carácter monógamo y con intención de formar una familia con mi pareja, soy el negro.
Las relaciones afectivas que pueden o no ser raíz de nuevas modalidades de parentesco (comunidades familiares o comunidades de amigxs, parejas afectivo-sexuales abiertas, relaciones afectivo-sexuales grupales, abiertas o cerradas; personas intersexuales que no quieren vivir sujetas a ninguna categoría sexual; personas transexuales que se consideran en perenne transición...) no son el Otro de la norma heterosexual. El Otro se observa desde la norma. Estas relaciones están fuera. No son reconocidas. No son inteligibles. No son humanas. No tienen derechos. Son todavía peor que las mujeres.
Pero nosotrxs nos casamos y formamos nuestras familias mientras nos sentamos y sentimos que nuestro trabajo ha terminado. Y no nos escandalizamos ante lo que ni tan siquiera nos parece una injusticia escandalosa. Vivan lxs novixs. Y tiremos arroz.
Feliz cumpleaños a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
También es el día de mi santo.
PS. Es posible que este artículo esté (excesivamente) influido por un atracón (literal) de Judith Butler. Demasiadas páginas en poco tiempo.
Tu texto es muy bueno. Rescato lo de La Historia en singular como rechazo a cualquier manifestación universal y líneal y apuesto por las micronarrativas y las micropolíticas. La parte de inflexión del texto se centra para mí en la frase "Ser oprimidx por algo no te convierte en aliadx en otra área" porque es una realidad evidente y de pura estrategia superviviente. Mi abuela siempre solía decir una y otra vez que en la vida nadie te regala nada, y en cierta medida es así, todo en esta vida tiene que ver con intereses personales o colectivos por lo tanto políticos y extensibles a una comunidad determinada que lucha y reivindica derechos que por omisión no posee.
Para mí lo crudo es pensar que tenemos muchas cosas ganadas y que por lo tanto podemos ya relajarnos. Citando de nuevo a mi abuela materna (qué sabias que son y qué pronto me quedé sin ella) que siempre decía también que nunca se debía bajar la guardia, baso que hay que permanecer en alerta porque una relajación de las actitudes puede ser demoledora. Bueno, me salgo del tema y me enredo sola..por mi parte feliz cumpleaños a la declaración universal de los derechos humanos