Fijaos en el metro. Cómo se sientan los hombres. Cómo se sientan las mujeres. Fijaos en sus piernas. En cómo las abren o cómo las cierran. Fijaos en cuánto espacio ocupan. Y en cómo varía según la raza. Según la clase social. Llevo una semana fijándome. No pensaba que los resultados fueran tan homogéneos.
(También puedes pensar en los criterios que te han llevado a clasificarlos según su género, según su raza, según su clase social).
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Recuerdo muy nítidamente como las monjas de mi colegio nos grabaron a fuego cómo debíamos sentarnos en clase. Recuerdo cómo era un escándalo sentarse con las piernas abiertas o relajadas. Y veo diariamente como lo aprendido en la infancia es tan difícil de desaprender y mucho más complicado querer tener la actitud para reaprender. Primero hay que ver el "problema" y hay gente que sólo ve lo que quiere ver.
Últimamente me fijo en el espacio que necesitan ellos para moverse y cómo nos movemos nosotras en el mismo pero ocupando siempre menos, algo así, como intentando siempre molestar lo mínimo, como pasando desapercibidas, ser pero no estar o estar pero no ser o qué se yo...