Nunca me había adentrado demasiado en el mundo del VIH, pese a tener compañeros de activismo muy involucrados. Entre David Halperin y, ahora, la obra sobre activismo audiovisual de Roger Hallas: Reframing Bodies: AIDS, Bearing Witness, and the Queer Moving Image, crece mi interés. Creo que, al no haber vivido el periodo traumático de los años ochenta y al haberse generado mi conciencia política en una época post-sida (no porque haya dejado de existir, sino por su lenta y forzada invisibilización aun dentro de los movimientos LGTB+), no he sido consciente nunca de la importancia de la construcción, por parte de tercerxs, delx seropositivx como estrategia homofóbica.
Precisamente ACT UP (AIDS Coalition to Unleash Power) se hizo con el eslogan Silencio=Muerte para llamar la atención sobre las consecuencias que tenía la falta de articulación de un discurso de empoderamiento en relación al VIH. Transcribo (y traduzco) parte del discurso que dio Vito Russo en una manifestación en Albany y en Chicago en 1988:
Así que, si estoy muriendo de algo, estoy muriendo de homofobia. Si estoy muriendo de algo, estoy muriendo de racismo. [...] Estoy muriendo del Presidente de los EEUU. Y, especialmente, si estoy muriendo de algo, estoy muriendo del sensacionalismo de los periódicos y las revistas y los programas de televisión, que se interesan por mí sólo en tanto en cuanto esté dispuesto a ser una víctima indefensa, pero no si estoy luchando por mi vida.
Si estoy muriendo de algo, estoy muriendo del hecho de que no haya suficientes hombres ricos, blancos y heterosexuales con sida como para que les importe una mierda. Ya sabéis, vivir con sida en este país es como vivir en una dimensión desconocida. Vivir con sida es como vivir en una guerra que sólo ocurre para aquéllos que resultan estar en las trincheras. Cada vez que explota una granada, miras alrededor y descubres que has perdido a más amigxs, pero nadie más se da cuenta. No les está pasando a ellxs. Ellxs caminan por las calles como si no estuvieran atravesando algún tipo de pesadilla. Y sólo tú puedes oír los alaridos de la gente y sus gritos pidiendo ayuda. Nadie más parece darse cuenta.
El resto del discurso es estremecedor. Merece la pena. Y sigue estando vigente (desgraciadamente) más de veinte años después.
[Y una grata sorpresa buscar información sobre Act Up y encontrarse con un artículo (PDF) sobre actiVIHsmo audiovisual escrito por quien fuera mi tutora del fin de carrera].
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