Esta tarde (el trabajo es lo que tiene) he descubierto un blog estupendo: Mari Kazetari (significa algo así como Doña Periodista en euskera), de June Fernández, una de las coordinadoras de Pikara Magazine. Navegando un poco he dado con la entrada Morbosas: "En resumen, que estoy hasta el coño de que cuando hablo de sexo los hombres me transmitan lascivia".
Me acuerdo entonces de todas esas veces en las que, por hablar de sexo, me hacen sentirme una puta, con toda la carga negativa que para el interlocutor tiene ese término. Además, se le suma el reproche de ser una exhibicionista y la impresión de ser una gran experimentada. Me gusta hablar de sexo porque me gusta el sexo, no porque sea una gran experimentada ni porque sea una persona especialmente sexual. Me gusta hablar de sexo porque reivindico la necesidad de que las mujeres puedan hablen de sexo.
Recuerdo especialmente una noche en Londres. Vivía con un inglés y con un francés de unos veintiún años. Estábamos en el salón cenando con unas amigas francesas de la isla de la Reunión. No recuerdo qué chico hizo un comentario en torno a la pornografía cuando una de ellas se escandalizó, comentando que las mujeres no necesitábamos ni usábamos eso. Salté afirmando que claro que muchas mujeres consumíamos pornografía (consumir, qué verbo más curioso). El debate, entonces, no giró en torno al porno sino en torno a la masturbación y a las necesidades sexuales de hombres y mujeres.
Ninguno de los cinco presentes habían oído nunca decir a una mujer que se masturbaba y mucho menos que veía porno. Intentaban justificarlo: "Bueno, sí, algunas mujeres puede, con películas con más sentimiento y amor". Yo no daba crédito y solté una perorata sobre construcción cultural de las expectativas y prácticas sexuales, pero como toda respuesta no recibía más que caras de asombro y desprecio. No puedo imaginarme por dónde habría discurrido el debate si se hubiera dado ahora, que han cambiado en mí tantas cosas...
Pero lo peor no es la sorpresa que me llevé, sino la sensación de suciedad con la que lograron impregnarme. A estas alturas.
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Ains, me identifico con ese "a estas alturas" final. "A estas alturas" me sigue costando hablar de sexo, me sigue costando obviar esas reacciones babosas. Hoy mismo me ha escrito un amigo de FB al que no conozco en persona para enviarme un artículo sobre porno feminista y me daba su opinión. Como es un tema que me apasiona, le he contestado largo y tendido, diciéndole que me parece muy bien el posporno, pero que lo que me gustaría sería que se normalizara la oferta de porno no sexista cuyo objetivo es excitar y punto (no derruir los cimientos del heteropatriarcado). Total, que me ha dado corte porque me he puesto a pensar: "Hala, ya estoy hablando de porno con un tío en privado, y a ver si va a ser otro al que le das la mano y te coge el brazo". Creo que debería creerme más el rollo drag puta, hablar de lo que me salga del coño y pasar de los feedback que pueda haber. Que además rallarme con eso es injusto para los tíos que sí que son capaces de mantener diálogos interesantes sobre sexualidad sin juzgarte ni babear.
Gracias por enlazarme y por hablar de Pikara tan a menudo.
Besos
Ese "a estas alturas" del final valdría para tantas cosas. A estas alturas soy reticente a ir sin depilar; a estas alturas me cuesta ser 100% abierta con mi identidad en el blog; a estas alturas me siento (cada vez menos) "sucia" cuando es esa la intención delx interlocutorx. Y sí, hay que meterse más en el drag puta, buena idea de Ziga :)